Una preocupación constante en los viajes más largos tiene que ver con un aspecto poco regulado en el transporte interurbano: el equipaje. Saber si las bicis van a ser aceptadas a bordo de los buses o no, y por cuánto.
En este último viaje al desierto contaba de mis malas experiencias. Por interno me piden que sea mas explícito. Bien. Acá vá. Lo siento, pero me piden nombres.
Por transportar una bicicleta en el maletero a Vallenar, Pullman Bus, aparte de tener que aguantar los abusos verbales de uno de los conductores más pesados que he conocido, me cobró 5 mil pesos por llevar la bicicleta.
El regreso preferí volver a lo conocido: Tur-Bus, que en general no nos ha dado problemas. Por el mismo tramo pero a la inversa: 2 mil pesos, trato amable, cero rollo.
Otra vez, viajando en Condor Bus nos bajamos en plena noche a la salida de Santiago. El auxiliar nos tiró literalmente las bicicletas con el bus andando -venían desarmadas-
Horror! cuando descubro que falta el sillín y la bolsa de herramientas y que estabamos varados sin remedio.
Me di la lata de ir a reclamar al día siguiente a unas oficinas malolientes por Villa Culo: nadie sabia nada del sillín.
Cuento corto: tuvo que intervenir SERNAC y sumariar a la empresa para que por fin, mágicamente, éste apareciera.
En todo caso, lo mejor son las micros de pueblo. Nadie se hace atado, todos felices de que haya algo de que conversar, te haces amigos, una experiencia memorable siempre.
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